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La metáfora del iceberg en terapia

Un iceberg es una gran masa de hielo flotante con una pequeña parte que sobresale en la superficie del mar. Si visualizamos la porción del hielo que se encuentra en la superficie y la comparamos con la sumergida podemos ver que ésta es mucho mayor.

En nuestra vida diaria, prestamos toda la atención a lo que percibimos a simple vista, es decir, a la punta del iceberg, que se corresponde con la parte más pequeña. Sin embargo, es mucho más importante la zona baja, ya que contiene la mayor masa de hielo y permite que la parte de arriba se mantenga sólida.

Es esa parte visible y molesta la que lleva a las personas a iniciar un proceso terapéutico, ya que la primera reacción a un malestar es querer eliminarlo. En la punta del iceberg están las palpitaciones, la apatía, la inquietud, el enfado constante, el estrés… lo que vemos y queremos quitar. 

No obstante, aunque la primera reacción sea acabar con el síntoma, este es el mejor aliado pues nos indica a modo de señal de alarma que algo está sucediendo. Como las luces del salpicadero del coche, atraen nuestra atención y nos alertan de que falta gasolina o hay una avería.

Ante una experiencia determinada, como puede ser recibir una noticia negativa, una discusión con tu pareja, un problema en el trabajo, etc., expresamos una serie de emociones y reaccionamos de una forma específica, es lo que aflora y mostramos a los demás, pero no significa que sea lo único que hay en nuestro interior.

Debajo de esas emociones desagradables y reacciones desajustadas hay aspectos que lo sustenta y que son los que hay que descubrir para poder atender y trabajar, y así poder acabar con la sintomatología visible.

Y en ello consiste la terapia, en tratar de reflexionar sobre si esas emociones visibles y esas formas de actuar son realmente lo que estamos sintiendo o queremos transmitir al mundo, o si por el contrario existen otras muchas que son la causa del comportamiento, el verdadero origen y causa de lo que proyectamos. En la base podremos encontrar necesidades no cubiertas, un conflicto con nuestro sistema, una experiencia traumática, un esquema o expectativa desajustada, un vínculo poco seguro en nuestra infancia, etc.

El proceso psicológico ofrece la oportunidad y el acompañamiento para sumergirnos y explorar qué hay en nuestra base del iceberg, para entender y tratar aquello que nos hace sentir mal.

Psicóloga Sanitaria N.º Colegiada M-30560

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