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Tratamiento psicológico en menores víctimas de violencia de género

Para empezar a entender al menor, tenemos que saber que hasta el año 2015 no se les reconoce como víctimas directas de violencia de género. Eran completamente invisibles para el sistema, ya que se entendía que el padre no ejercía violencia directa sobre ellos. Lo que se planteó a partir de este año, es que la violencia psicológica a la que están sometidos y tener que presenciar continuamente la situación de maltrato hacia la madre y las conductas violentas del padre les genera un trauma vicario (estar expuesto de forma continuada a situaciones angustiosas).

Lo primero a tener en cuenta, es la historia de violencia que ha sufrido la madre. Y si esta ya se está sufriendo durante la gestación (violencia perinatal). Se ha demostrado, que los niveles de cortisol de la madre influyen negativamente en el desarrollo neurológico del feto. Esto quiere decir que, si la madre sufrió violencia durante el embarazo, el bebé también la sufrió antes de nacer.

Los tipos de exposición a la violencia que vemos en menores son:

-Violencia perinatal.

-Victimización indirecta. (bebés)

-Testificación presencial.

-Escucha.

-Observación de las consecuencias inmediatas.

-Exposición a las secuelas.

-Escucha de lo sucedido.

-Desconocimiento de los acontecimientos.

Otro de las cuestiones a tener en cuenta, es la instrumentalización del menor: el niño es situado por el agresor como activo en la aparición de la violencia, o se le atribuye capacidad de frenar la violencia o se atribuye él mismo capacidades que no tiene en la evitación de la violencia.

El trabajo con ellos es muy lento al principio. Los resultados se suelen empezar a ver a largo plazo. Son niños y niñas que llegan en muchas ocasiones con un apego desorganizado. Hay que hacer un trabajo simultaneo de psicoeducación para que entiendan lo vivido. Suelen venir atemorizados, con muchas defensas o con mucho deseo de complacer, dependiendo de las defensas que hayan podido generar durante su desarrollo.

Lo primero, es ayudarles a adaptarse a su nueva realidad. A veces es necesario trabajar primero la sintomatología ya que vienen muy desregulados. Después, trabajamos la parte de psicoeducación de forma transversal, ayudándoles a desarrollar capacidades emocionales básicas: auto-observación, discriminación emocional, autoregulación, gestión emocional y mentalización.

Una vez que hemos desarrollado estrategias para enfrentar las vivencias traumáticas, accedemos a ellas, para resignificar la figura del padre y de la madre y para ajustar el modelo interno de trabajo del menor. Tenemos que adentrarnos en estas experiencias muy despacio y con mucho respeto. No podemos olvidar en ningún momento que de la persona de la que estamos hablando es de su padre, al que necesitan seguir queriendo si así lo sienten. Muchas veces se sienten desleales cuando les pedimos que hablen de ellos.  Muchos se posicionan al lado de ellos, ya que es su padre y es “la figura fuerte de la familia”. Otros se acercan y tratan de apoyar a la madre.

Por último, debemos integrar y construir narrativas resilientes del proceso traumático en la biografía del menor y orientarla a la construcción de la vida presente y futura.

 

Blanca Vázquez Villanueva

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